El tren romántico de Sagano - StrawBerry022 (2024)

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La madre de Asa ya llevaba un tiempo planeando este paseo familiar; ilusionada de que su única hija y esposo compartan su notable emoción. Entonces, cuando llegó a casa —hace unas noches atrás, después del trabajo—, presumiendo unos tickets en sus manos, Asa se mostró indiferente al principio, y no hizo falta que pasaran tantos minutos, para que termine enseñando una diminuta sonrisa.

Lamentablemente está obligada a ir. Es muy joven, un impedimiento para quedarse sola en casa.

Tampoco sonaba mal salir en pleno otoño, y deleitarse por el cambio de color que sufren las hojas.

Un cambio de aire no le hará daño, ¿verdad?

Estar en Arashiyama, resultaba como apreciar una especie de arcoíris, instalándose sobre las copas de los árboles.

Partiendo desde Torokko Kameoka, se supone que la excursión duraba menos de media hora. Fue bastante sereno, apenas podían hablar entre ellos, e impresionante debido a todo lo que podían captar con el resto de sus sentidos.

Además, el ferrocarril cuenta con un diseño antiguo: asientos de madera adornados con un llamativo amarillo, cuatro vagones cerrados y uno abierto — lo cual, facilita muchísimo la visualización, que esa es la idea principal del trayecto; pasando desde unas coloridas montañas junto al río Hozugawa.

Cuando bajaron del tren, Asa estiró un poco su cuerpo, lista para subir varios escalones, por supuesto, las hojas estaban por todos lados. Al llegar a la cima, un señor —que vestía un uniforme y estaba en la pequeña sección de la estación— saludó a la familia Mitaka.

Asa asintió, ligeramente, por pura cortesía, aunque la vergüenza la invadió mientras apretaba la zurda de su madre.

Allí había máquinas expendedoras y algunos puestos para comprar refrigerios. Su padre ingresó a una, siendo atendido por una mujer, que rondaba entre los cuarenta o cincuenta años. Asa no sabría decirlo con exactitud, ya que, desde su punto de vista, todos los adultos se ven iguales.

Dejando eso atrás, tenían tres direcciones para elegir y comenzar con sus recorridos: adelante, izquierda o derecha. Sus papás optaron por ir a la izquierda, donde podrían guiarse por unos caminos construidos dentro del bosque de bambú.

El paladar de Asa degustaba un riquísimo jugo de frutas, para refrescar su garganta, observando el alto de los tallos y escuchando lo que comentaba su familia.

El Templo Tenryuji también era ideal para pasar el rato. Asa emitió un gracioso sonido, reflejo de su sorpresa al ver la enorme entrada que ésta ofrecía, mientras la atravesaban.

Cerca de la estación Arashiyama existe una gran variedad de locales, para que, tantos los residentes como los extranjeros puedan disfrutar de una buena dosis gastronómica. Ni que decir de las tiendas de recuerdos.

A esta hora no había muchas personas, sin embargo, no faltaría tanto para que las calles comiencen a ser invadidas.

Agua.

Es el único sonido que Asa escucha: el que fluye bajo el viejo puente Togetsukyo, e impacta contra algunas pequeñas rocas flotantes. Trata de ignorar todo lo demás para enfocarse en ello.

Dicen que el agua genera calma, ¿no?

Es justo lo que ella anda buscando sentir.

Pero…

¿Cómo hacerlo?

Hay muchas personas disfrutando de la vista y de una caminata vespertina, creando postales personales, cabiendo la posibilidad de que, las presumirán en sus redes sociales. O harán como en la vieja escuela: las mantendrán guardadas en un álbum familiar, para poder disfrutarlas en ocasiones que necesiten recordar buenos tiempos y, también, para las generaciones venideras que portaran sus apellidos, y así, sepan quiénes fueron sus ancestros.

A Asa también le gustaría hacer fotos por aquí y por allá, de cada rinconcito que puede ofrecer una de las zonas más preciosas de Kioto. Todo para tener evidencia de que visitó un lugar tan hermoso, plagado de verde y de turismo.

¡De entretenimiento!

Pero se había despertado tan temprano y llena de emoción, que salió disparada de su cama, olvidando su celular sobre la mesita de noche.

¡Qué frustrante!

Se supone que iba a ser un día grandioso, pero con este imprevisto, su ánimo fue cambiando.

Mentira.

La verdad es que su angustia se debe a otra cosa.

¡No tiene idea dónde están sus padres!

De un momento a otro, los perdió de vista por el tumulto.

Encontrándose sentada en un banco, esperando que alguien la ayude, Asa siente que está ahogándose.

—Oye, ¿te perdiste?

Genial.

Un extraño se le acercó, pero no era un adulto. Aparentemente, ese chico podría estar cerca de su rango de edad.

Todo lo que Asa estaría necesitando es reunir su fuerza de voluntad, para mover sus labios y responder.

—¡No me perdí!

Bueno, habló, pero no de la mejor manera.

—Lo que tú digas —él se sentó a su lado, ignorando su tosca forma de expresarse—. ¿Por qué no me dices tu nombre?

—No te conozco, asique, ¡no pienso hacerlo!

—Mmm, ¿te llamo "coletas", entonces?

—¡Déjame en paz!

—Me llamo Denji —él siguió hablando e ignorándola, lo que estaba irritando a Asa—. Estoy…bueno, estaba con mi familia hasta que fui tan estúpido como para perderme. ¡Y estoy seguro que tú también te perdiste!

¿Él también? Asa frunce sus labios, sintiendo una pizca de culpabilidad.

—¡Está bien! ¡Me perdí! —ella admite, de mala gana, sus ojos cargando con una sombra acuosa—. ¡Y me llamo Asa!

—Ah —Denji asiente, y agrega, con deje de diversión—: Asa... la niña de las coletas. ¡Si te queda!

No es necesario decir que a Asa no le agradaba este tonto, pero…ahora que está aquí, no se siente tan sola. Podría echarse a llorar. O reírse de lo patético que son.

Gracias a los dioses, Denji tenía un celular. Fue gentil al habérselo prestado para que Asa pudiera comunicarse con su padre, y enviando su actual ubicación.

El alivio le dio un gran abrazo.

Mientras esperaban a sus respectivas familias, intercambiaron pocas palabras. Siendo unos completos desconocidos, pero se sentían, extrañamente, a gusto con el otro.

Cuando los ojos de Denji notaron que sus padres llegaron en su búsqueda, supuso que no le quedaría tiempo, igualmente, tranquilizó a Asa porque estaría con ella hasta que vinieran a recogerla.

—Si te dejo sola... eh, no es de caballeros, ¿verdad? O lo que sea —Denji había soltado, en un torpe intento de mostrarse galante ante una chica.

Eso fue…

¿Qué diablos?

¿Lindo?

Y ridículo, ¡vamos!

¡Apenas tienen once años!

No deberían andar coqueteando como si nada.

Una vez que Asa notó, que su propio rostro sufría un ataque de calor, su cerebro trabajó en idear un plan, porque nunca había deseado que sus papás se apuraran por aparecer.

De todos modos, no faltaría mucho para que se arrepienta de eso.

Cuando ellos llegaron, la hicieron sentir más pequeña. Y, claro, se mostraron agradecidos con los familiares de Denji.

—Ellos parecen llevarse bien —Denji le comenta, usando un tono perezoso.

Ante tan obvia observación, Asa se mantiene callada e impresionada. Ojalá hubiera nacido con semejantes habilidades para socializar como esos adultos.

Después de soltar un bostezo, él continúo hablando:

—¿Crees que nosotros también podemos?

Asa casi se ríe, pero le responde, esta vez, su agresividad no mostraba signos de hacerse notar:

—Ni siquiera te conozco y dudo que nos volvamos a ver.

Para qué intentar, ¿no?

Es un desgaste de energía y tiempo.

Denji entrecerró los ojos, reflexionando, mientras ponía sus manos dentro de los bolsillos de su pantalón corto.

Ambos se encontraban alejados de aquel pintoresco cuarteto; cerca del río. Ya era casi de noche, porque los últimos colores del atardecer se diluían en el oscuro cielo.

—Entonces...creo que deberías darme algo para no olvidarte, Asa.

Ella no estaba segura de preguntar. De hecho, no hubo tiempo de hacerlo. Si antes le dolía el rostro por el rubor, ahora esa calidez viajó hasta sus orejas y cuello; sus ojos abiertos de par en par.

—¡Ahora estoy seguro que no te olvidarás de mí!

Diciendo eso, Denji fue tan veloz como cobarde al irse corriendo hasta su familia, para perderse entre la multitud.

En general, su vida como estudiante no estaba siendo tan mala. A lo largo de los años, Asa fue ganando confianza para acercarse a las personas y tener un pequeño grupo de amigos.

¿Fue difícil?

¡Por supuesto!

Se supone que Yuko llegaría en cualquier momento. Tanto ella como el resto de sus compinches, decidieron inscribirse en la misma escuela.

¡Hoy era el primer día de clases!

Tendrían que tolerar la ceremonia de inauguración y-

—Dijiste que nunca íbamos a volvernos a ver —un tono bajo y juguetón, se escuchó detrás de ella; rezumbando muy cerca de su cuello—, y mírate, coletas, no has cambiado mucho. ¡Fue bastante fácil reconocerte entre todos estos perdedores!

Algunas miradas amenazantes y curiosas se enfocaron en esa persona.

Y Asa se giró dramáticamente, llevando una mano a su nuca. Ya se había olvidado de esta… sensación. Si es que así podía llamarla. Era familiar.

No tiene idea de lo que estaba pasando, pero no está loca.

Este chico la conoce. Lo peor es que le estaba sonriendo, una expresión que hacía que el corazón de Asa baile contra su pequeño pecho.

¡Ella lo conoce!

Porque nunca lo ha olvidado.

Incluso, aquella vez, cuando le prestó su teléfono, fue rápida para hurgar y memorizar su número; planeando llamarlo alguna vez.

En cinco años, Asa jamás consiguió el coraje para hacerlo. Y, al parecer, no fue la única.

—¿No vas a saludarme, Asa?

Okay... él sigue siendo igual o más descarado que antes, porque recién empieza a soltar sus increíbles frases.

—¿Sabes? —Denji inclina un poco la cabeza—. Imaginé un mejor reencuentro entre nosotros... con un gran abrazo o un besito.

Asa parpadea.

—¿Haz dicho algo?

—Pff. Ya veo que te has vuelto más torpe, Asa. ¿No tuviste suficiente con haberte perdido ese día, eh?

No era un ser celestial que cayó del cielo, para darle una mano, como ella había creído. Este chico, de un cabello tan llamativo y rubio, al final, es un demonio en forma de adolescente.

Denji le había dado su primer beso. El único que ella ha recibido. Suave y fugaz, pero que ha perdurado por un largo tiempo.

Y…

Maldita sea.

¡Él sí había cambiado físicamente!

¡Y mucho!

Alejando esos pensamientos, ella le recuerda:

—¡Veo que sigues siendo un idiota!

—¡Oye! —Denji le grita, siguiéndola hasta el gimnasio, porque allí se hará el acto de iniciación—. ¡¿Así agradeces a tu salvador?!

—¡Cierra el pico! ¡Haré como que no te conozco!

—¡Me conoces! ¡¿Vas a decirme que olvidaste ese beso?! ¡Porque yo no lo hice!

Lo estaba haciendo otra vez. Sin mucho esfuerzo, Denji podía hacerla sonrojar.

¡Qué irritante!

Y ella estaba actuando como una gallina. Sus amigos se burlaran de ella cuando se enteren de todo este acontecimiento.

El resto de estudiantes no comprendía que ocurría entre ellos dos. Siendo el primer día de clases, ya tenían un buen chisme para entretenerse, porque ya murmuraban y suponían que era una discusión de pareja.

¡Menuda suerte!

Asa lo tendrá que soportar por todo un año como su compañero, ya que, en las pizarras del nuevo ciclo escolar, estaban escritos los nombres de ambos; siendo asignados al mismo salón de clases. O, posiblemente, su suerte es tan mala, que Denji estará sentado junto a ella, no sólo un año, sino durante los tres siguientes mientras asisten a la preparatoria.

En la profundidad de su corazón, Asa piensa que, el haber hecho esa travesía durante su infancia, no fue tan mala como supuso. Porque subirse al tren de los sentimientos es un viaje de ida.

El tren romántico de Sagano - StrawBerry022 (2024)
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Author: Melvina Ondricka

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